Colaboración de Laura Villate – UOC. El reconocimiento facial nos permite desbloquear nuestro teléfono, identificarnos para hacer un examen online o pagar en un supermercado. En breve, nuestro coche podría indicarnos que nos tomemos un descanso mediante esta técnica, que también podría usar el camarero de una discoteca para saber si alguien está intentando colarse para pedir una copa. El reconocimiento facial es una apuesta ganadora: es cómodo, atractivo para el usuario y tiene una ventaja añadida en tiempos de coronavirus: no hace falta contacto físico. Pero la cara amable de esta tecnología no elimina los problemas de seguridad y privacidad. Los datos biométricos son sensibles y requieren especial protección, ¿qué pasa cuando el PIN eres tú? Xavier Baró y Jordi Serra, profesores de los Estudios de Informática, Multimedia y Telecomunicación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) lo explican.
¿Cómo funciona? Tanto nuestro móvil como la policía cuando encuentra a una persona desaparecida entre una multitud utilizan la misma tecnología: el reconocimiento facial no es más que una aplicación dirigida por un computador que identifica automáticamente a una persona con una imagen digital a partir de la cual extrae una serie de características faciales, datos biométricos, que compara con una base de datos. A partir de aquí, el sistema puede operar de dos modos:
Verificación o autenticación de caras: el sistema solo confirma si la cara coincide con una fotografía o grupo de fotografías previamente guardadas. El caso típico sería el desbloqueo del móvil.
Identificación o reconocimiento de caras: el sistema compara la imagen de una cara desconocida con todas las imágenes de una base de datos para determinar su identidad. Es lo que podría utilizar la policía, por ejemplo, para buscar personas desaparecidas.
Aunque los usos del reconocimiento facial abarcan una gran cantidad de sectores, es indudable que el acercamiento al gran público ha venido de la mano de la inclusión en los dispositivos móviles como sistema de desbloqueo. Su antecesora, la huella digital, fue recibida con agrado por los usuarios porque dejaba atrás la tediosa tarea de recordar la contraseña. Sin embargo, el hecho de que haga falta contacto físico entre el dedo y el sensor da problemas en el caso de que uno de los dos esté húmedo o sucio o con el uso de guantes. La industria lleva años explorando las posibilidades del reconocimiento facial en este campo: «El uso del reconocimiento facial para el desbloqueo de los teléfonos ya estaba disponible en 2011 en los teléfonos basados en Android 4.0. El problema en esa versión —y en muchas más recientes— es su seguridad. Cuando se utiliza una cámara normal para capturar las fotos de la cara, basta con mostrar una foto del propietario del teléfono para que nos dé por bueno el reconocimiento», explica Xavier Baró, profesor de los Estudios de Informática, Multimedia y Telecomunicación de la UOC.
El gran salto tecnológico llegó de la mano de Apple en su modelo iPhone X, que incorpora un sensor «que permite crear un mapa en tres dimensiones de la cara y, a partir de ese mapa, sacar una serie de valores para ver si eres tú o no», añade. Unas mejoras en seguridad, según el experto, son totalmente imprescindibles sobre todo ahora que utilizamos el móvil para acceder a nuestro banco, realizar pagos o con el auge del internet de las cosas, incluso para acceder a nuestra casa o desactivar la alarma.
Los sistemas de reconocimiento facial están tan avanzados que las investigaciones ahora se centran «en poder reconocer a las personas a lo largo de toda la vida sin necesidad de hacer fotografías constantemente», explica Jordi Serra, profesor de los Estudios de Informática, Multimedia y Telecomunicación de la UOC, «incluso si llevas gafas o barba o no, o si han pasado unos ciertos años. Las fotos que se hicieron virales de cómo eras tú hace tantos años no eran más que un estudio de estas empresas. La gente, sin saberlo, les ayudó a tener más datos, más fotografías y poder identificar a más personas», añade. Ahora el reto es adaptar los sistemas de reconocimiento facial al complemento indispensable de la nueva normalidad, la mascarilla.
Aplicaciones… ¿del futuro?
Más allá de los móviles, las aplicaciones de esta tecnología son tantas y en tantos ámbitos que es difícil imaginar un futuro en el que las cámaras de reconocimiento facial no formen parte de nuestras vidas. En el campo de la educación, dado que la enseñanza online ha venido para quedarse, los sistemas de verificación de identidad del alumnado se hacen necesarios. Por ejemplo, en junio pasado, unos mil estudiantes de FP en línea de Jesuitas Educación y la UOC hicieron 3.700 pruebas virtuales debido a la COVID-19. Cincuenta de ellos se acogieron con éxito a una prueba piloto voluntaria de reconocimiento facial para acreditar su identidad.
Pero hay más. Combinadas con sistemas de realidad virtual, cámaras de reconocimiento facial instaladas en el automóvil y trabajando junto con otros sensores que pueden medir, por ejemplo, la fuerza con la que se agarra el volante, pueden detectar que el conductor está cansado y sugerirle realizar una parada; los sistemas de pago en supermercados o restaurantes pasarían a ser contactless y ya no haría falta enseñar la documentación a la hora de acceder a un avión, un concierto o para ir a trabajar. Según el profesor Jordi Serra, las investigaciones apuntan al análisis por computador del estado de ánimo, lo que podría tener interesantes repercusiones en el ámbito de la salud, entre otros